Con el vértigo de lo vacío y lo eterno el hombre se dejó
caer, se dejó caer con alas de espanto, quiso aferrarse a la tímida corchea, a
la ingrávida visión de una sangre flotante, de una lágrima seca…
Y empuñó las manos para maldecir el
dolor, su dolor, siendo cada vez más precioso, más abundante en su piedad, como
el torbellino, la marea y el fuego quebradizo, la lengua áspera del lagarto en
el no-tiempo, en la no-vida, eternidad blasfema y humillante que tornó en fugaz
desaparición, nada más que silencio, nada más que mirar hacia adentro y
derretir los ojos en la garganta…
Y su frágil pecho abierto disolviendo
la maldad de los malos, la de los buenos y los no tanto, como si un plexo
abierto en cruz pudiera ser digno de ser pecho de hombre eterno, y dejarse caer
borrara la huella de un orgullo que fue tiempo, sin haber estado aquí…
GM
0 comentarios:
Publicar un comentario