domingo, 14 de abril de 2013

Kamikaze





          Con el vértigo de lo vacío y lo eterno el hombre se dejó caer, se dejó caer con alas de espanto, quiso aferrarse a la tímida corchea, a la ingrávida visión de una sangre flotante, de una lágrima seca…

Y empuñó las manos para maldecir el dolor, su dolor, siendo cada vez más precioso, más abundante en su piedad, como el torbellino, la marea y el fuego quebradizo, la lengua áspera del lagarto en el no-tiempo, en la no-vida, eternidad blasfema y humillante que tornó en fugaz desaparición, nada más que silencio, nada más que mirar hacia adentro y derretir los ojos en la garganta…

Y su frágil pecho abierto disolviendo la maldad de los malos, la de los buenos y los no tanto, como si un plexo abierto en cruz pudiera ser digno de ser pecho de hombre eterno, y dejarse caer borrara la huella de un orgullo que fue tiempo, sin haber estado aquí… 

GM 

 

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