Solo
No aprendo
veo porno
fumo
no quiero entender
aunque me cruje el cuerpo
aunque me suena el cuello de torticolicoides
me duele
no aprendo
sigo con la pornografía
autoconsolándome
con la industria masiva
autoconsolándome
con la industria masiva del porno
la industria cultural masiva del placer
me autoconsuelo
como si fuera una pequeña máquina idiota
en el fondo
en el fondo estoy profundamente solo
como la mayoría de los proletarios amargados del orbe
como la mayoría de los pseudocadáveres que hurgan el
tiempo
en el fondo nunca entiendo
me pongo límites
impuestos por mí mismo
pero la verdad no me sale
de la guata no me sale nada
son puras falsedades
en el fondo
me engaño, porque quiero engañarme,
en el fondo me engaño porque soy el pornofílico profesional
el amante de las putas mercancías solitarias
estoy confundido, o creo que estoy confundido
o quiero creer que estoy confundido
pero estoy seguro de que estoy solo
ese es el amargo problema que me suelo auto-enfatizar
en cada momento que me urge
en cada momento que me urje
en cada momento que me urgueteo la nariz
la coca no me salva, pork no la necesito
la droga, el pito no me salva
pork no lo necesito
y me hacen mal
como el cigarrillo que digo que dejaré
pero nunca fue po
nunca fue po
siempre te engañaste, impío amoníaco
siempre
en esta isla de mercancías-fetiches y mares soledades.
RM
Cadáver
¿Hasta cuándo morderle las uñas al recuerdo?
Cuántas veces fui y volví de aquellos amantes sin ojos con
carcajadas de fuego
La sordera grita en las botellas,
La máscara se crea a sí misma,
¡Cruje!
Mientras idolatro estupidez en las cuencas de mis ojos
muertos
Y así paseo embobado en el silencio de mi cintura
Y creo ver prostitutas lavando un cuerpo flagelado,
Pero el cadáver no llega a ningún orgasmo,
Ni alcanza a erectar los gusanos de su cuerpo,
No siente el placer de rebajarse a ser nada,
Ni vive la gloria de embriagarse en lo eterno
Sólo se da a luz en el terror de haber sido
Y de vez en cuando se masturba culpable,
En el fracaso de un dios y la impotencia del cielo,
En la caída de un ángel, en la lujuria… y el miedo.
GMA
Poema de invierno
La chica a la que dediqué todas esas canciones
De pronto se convirtió en una princesa amargada
Le creí todo hasta que una mañana,
yo diría que sin proponérselo,
comenzó a hablarme cosas raras acerca de la vida:
que el día le parecía menos real que sus sueños
que vivía con la sensación de que en cualquier momento
despertaría
como normalmente se retorna desde una pesadilla
cuando se vuelve a respirar con alivio
e incluso, se vuelve a sonreír
Traté de consolarla con besos, con música, con poesía
Me respondió que desde niña se había vuelto una profesional
de la espera
Y el momento de despertar no llegaba, ni llegaría...
Ahora no la veo y no sé qué decir
no sé
si la próxima vez que visite su triste lecho habré de llegar
con rosas
O eternizar su luminosa amargura
Recortando amorosamente para ella solo las espinas.
OSS
Corta
No entiendo
así de corta
nada me hace sentido
así de corta
está la pura la cagada
así de corta
me tienen las bolas verdes
así de corta
hay que puro pararles la mano
así de corta
hay que puro cortar de raíz
así de corta
hay que puro taparles la boca
así de corta
me tienen hasta el duodeno
así de corta
me voy a vomitar
así de corta
me salió con sangre pero me da lo mismo
así de corta
te la voy a puro hacer
así de corta
no más
gil culiao
RM
Mutismo y Apocalipsis
Y te
callaste de una vez. Cuando corría con mis hermanos alados por una calle
cubierta de manos muertas; y mirabas como soñando un pequeño sol de centro
gris, que con palabras en llamas amaba el sentido de este frágil caos. Pero
ellos no podían arrepentirse un segundo más de ser, ni yo podía arrepentirme un
segundo más de mí, incluso tú no podías arrepentirte un segundo más de callarte
de una buena vez.
Luego se levantaron disparos y
brazos mutilados de niños adormecidos, que cantaban en silencio una canción de
paz nunca aprendida, nunca aprendida y sin paz. ¿Y de qué paz me soñé empapado
cuando el Leviatán trituró tu cintura, y los tibios chorros de sangre caían en
mi rostro desbordado? De qué monstruosidad empapelada de pechos desgarrados
hice cuna en el desierto, cuando el único espejismo era la realidad de que te callaste
de una puta vez, y mirabas ese triste sol que dibujé con sangre en mi frente,
para tatuar su luz en mi piel y llevar el calvario silencioso del momento en
que optaste por el mutismo.
Pero no bastó con tener esas
costillas infantiles en mis manos y refregarlas lascivo entre mis piernas,
porque callaste, ¡callaste!, ¡de una puta vez abrazaste el silencio! y mis
pupilas dilatadas vomitaban la imagen impura de mí mismo, y mis oídos
ensordecidos cantaban el Miserere a
la tierra muerta, y mis manos ya sin dedos, ya sin huellas, ya sin ti!, fueron
devoradas por la imagen de tu cintura abierta, que me dio a luz prematuro en
este silencio que engendraste tú, en el momento en que la palabra se disolvió
en tu aliento.
Pero no encendimos antorchas por los
angelitos caídos; ni siquiera tragamos saliva cuando el tormento de sus rostros
se apoderó de nuestros cuerpos, ni siquiera me dijiste al oído eso que siempre
quise escuchar, porque callaste, porque tu voz se ahogó en las doscientas
botellas de sangre burbujeante que mi conciencia no para de acarrear de una
mesa a otra, de una vida o otra, de mi muerte a la tuya, y a la de todos los
muertos que exhalan fuego por el ombligo de sus pasos.
Y cómo volver los ojos a la historia
de lo que no ha sido en tus palabras, ¡si, maldición! ¡callaste! y mis pupilas
se derritieron, y gotearon dentro de mi cuerpo hasta sentir la nausea en mi
garganta, mientras masticaba chicle con olor a tabaco y licor, en esa
estruendosa imagen del cielo abierto entre tus piernas, cubriéndose del polvo
de mi sepulcro y de los pétalos mojados de las flores que descansan esperando
mi resurrección a la nada; sólo por el hecho de haberte dejado callar, y no
haber golpeado en el centro de tu pecho con una daga de alma y tiempo, para
recuperar el latido que alguna vez me regalaste en tus orgasmos. Cuando
entrecortabas la respiración y yo bebía la pasión roja de tu abdomen. Cuando el
sonido de mi guitarra era superpuesto en el silencio pálido que diste a luz
entre mi sangre coagulada, esa maldita noche en que te callaste de una puta
vez.
GMA