martes, 5 de marzo de 2013

Plan B


     Pasadas las once de la mañana, Gerardo insistió en beberse un café con Elisa. Bien sabía que la chica no estaba ni siquiera mínimamente interesada en su persona, pero estaba dispuesto a cualquier cosa con tal de tenerla enfrente, darle un beso aunque fuera en la mejilla, sentir su perfume, y quién sabe, incluso acompañarla a que tomara la micro de vuelta a su casa. Lo que desconocía Gerardo, era que Elisa estaba profundamente enamorada de su hermano Bastián, y el único interés que tenía para juntarse con Gerardo radicaba en la posibilidad de obtener información acerca del sujeto de su amor. 

     Se juntaron en un café de la Diagonal Pedro Aguirre Cerda, a pasos de la Plaza Perú, y en cuanto acabaron los saludos y preguntas de cortesía, Elisa no paró de preguntar por Bastián:

Supe que tu hermano encontró trabajo, ¿no es así?  

Sí. Atiende un hotel canino del centro.

¡Qué tierno! ¡Me encantan los perros!

No lo creas. Debe hacerse cargo de todo, y es un trabajo un tanto sucio. Los primeros días intoxicaba la casa con su olor. Ahora lo obligamos a ducharse en cuanto llega.

Aun así me parece un trabajo muy interesante. Dime, ¿tú sigues estafando a la gente vendiendo seguros?

     Desde luego, era una conversación imposible. Como era de esperarse, llegó el momento en que Gerardo no aguantó más, y echó mano a su plan B. Si la victoria parecía inalcanzable, alguna satisfacción obtendría de un empate. Si no podía hacer suya a Elisa, se las arreglaría para arrebatársela a su hermano:

Te mentí, Elisa. No quise hacerlo, pero amo demasiado a mi hermano. Bastián trabaja asesinando a perros vagos. Sale de noche con otros funcionarios municipales y los inyecta. Desde que hace ese horrible trabajo ha cambiado su comportamiento, se ha vuelto muy grosero, llega a la casa dando órdenes, e incluso un par de veces ha perdido el control y me ha golpeado. Se ha convertido en un patán. No sé qué hacer.

Seguro que estás exagerando. Todos tenemos días malos, Gerardo.

     Lleno de indignación, y al borde del colapso, Gerardo tuvo como último recurso la idea de hacerse pasar por esquizofrénico. Mientras acompañó a Elisa al paradero, saludó a dos hombres inexistentes y fingió dialogar con una voz femenina dentro de su cabeza. Cuando la sintió suficientemente asustada, le aseguró que nada tendría que temer, ya que a su hermano todavía no se le gatillaba la enfermedad. También le dijo que en su familia la esquizofrenia no era considerada un mal en sentido estricto. Detrás de cada delirio hay algo increíblemente lúcido, acostumbraba a decir su padre, por lo que renunciaban a cualquier tipo de tratamiento. Convencido de su victoria, y creyendo a Elisa alejada para siempre de sus vidas, compró pan y queso para esperar a Bastián con la once servida, como un buen hermano.



0 comentarios:

Publicar un comentario

 

Copyright © 2011 Revista Azoteas. All Rights reserved
RSS Feed. This blog is proudly powered by Blogger. Design by dzignine based on Minima-White code frameworks