lunes, 4 de marzo de 2013

La ciudad invisible. Escenas del Gran Concepción




N°1 Réquiem para un edificio en demolición

     Fue el último en mantenerse en pie. Semanas después de ocurrido el terremoto del 27/F, algunas personas todavía se horrorizaban al contemplar las sábanas unidas que descendían hacia la calle Freire, desde un balcón del cuarto piso. Gracias a esa improvisada escalera pudieron descender sus moradores aquella madrugada infernal. De todas las demás estructuras con orden de demolición, el edificio Centro Mayor, emplazado en calle Freire entre Orompello y Ongolmo, era hasta mediados de 2012 el único que no había sido demolido en el radio céntrico de la ciudad de Concepción.

     Centro Mayor fue víctima de numerosos robos e incluso de incendios, debido a la acción de visitantes ocasionales que, motivados por llevarse algún recuerdo o bien por simple curiosidad, ingresaron furtivamente y lo recorrieron hasta sus últimos pisos. Desde allí es posible obtener hermosas postales de la ciudad. El río Bío Bío, la Desembocadura, el Barrio Universitario, la Plaza de Tribunales, el Mercado o la Remodelación Paicaví, son algunos de los espacios que se ofrecen a la vista de quienes se atreven a subir sus veinte pisos, a través de escaleras repletas de escombros, forados y desperdicios. 


     Lo primero que impactaba al penetrar en este coloso en ruinas, era el manto de escombros, vidrios y objetos de todo tipo sobre los que se debía caminar para poder ingresar. Cubriendo el piso, era posible apreciar restos de la estructura junto a numerosas evidencias de la vida que tuvo lugar allí: álbumes de fotos familiares, relojes, cuadernos, ropa, frascos vacíos de perfume, juguetes infantiles, discos de música originales aunque inutilizables, y un larguísimo etcétera. De alguna manera, quien caminaba sobre este manto se descubría de pronto visitando un lugar donde la destrucción era capaz de fusionar pasado, presente y futuro en una totalidad sórdida. A los pies del explorador se ofrecía un manto que lo alejaba del resto de la ciudad a través de los cimientos, del suelo. El sonido habitual de pasos sobre las baldosas trizadas del corazón urbano, era reemplazado por un ruido que parecía revivir un horror que se creía lejano. Cada paso dentro del Centro Mayor suponía trizar aún más vidrios, triturar más objetos domésticos, contribuir a homogeneizar esa masa residual sobre la que se avanzaba, aproximarse a aquella mezcla de historias que la ruina hizo suya, y finalmente ingresar a un lugar que representa un afuera respecto de la aparente normalidad del resto de la ciudad.  

     En sus últimos días de ruina, el edificio Centro Mayor estaba convertido en un lugar de acogida para quienes, por diversos motivos, se encontraban en situación de calle. Es el caso de Juan Carlos, un poblador de Barrio Norte que tras abandonar la casa de su hermana no tuvo reparos para instalarse en el noveno piso junto a sus tres perros. Cuando a comienzos del 2012 lo entrevisté como parte de una investigación, señaló estar  tranquilo frente a la posibilidad de que su nuevo hogar fuera destruido en aras de la “reconstrucción”.  Es más, en dicha oportunidad manifestó su interés por participar en la demolición, argumentando que “conocía muy bien el lugar".


     Pero en la misma cuadra del Centro Mayor existen otras dos visibles ausencias. Se trata de la casona ubicada en la esquina de las calles Freire y Ongolmo, donde funcionaba un bar y pizzería llamado Goulash, y de la histórica sede de la Sociedad Juan Martínez de Rozas, punto de convergencia de trabajadores, estudiantes y pobladores de las inmediaciones. En una insuperable metáfora de los efectos del terremoto, en esa cuadra tanto lo nuevo como lo antiguo se fue de igual manera al suelo.

La ruina intervenida
     A fines del 2011, Centro Mayor fue objeto de una intervención realizada por un colectivo artístico, que consistió en escribir en uno de sus costados, con letras negras y perfectamente visibles desde varias cuadras, una frase recurrente en el mercado inmobiliario: “Visite Piloto”. Tanto en los años previos como posteriores al terremoto, diversas autoridades han destacado el desarrollo en la construcción que ha tenido lugar en el Gran Concepción, ligándolo con conceptos como crecimiento, progreso y modernización. 


     La intervención se enmarcó en un contexto de denuncia frente a una reconstrucción todavía invisible a más de dos años de ocurrido el terremoto, y constituye una invitación a reflexionar sobre la fragilidad de los discursos desarrollistas de nuestras autoridades. Así lo señala Nico, uno de los participantes en la intervención al Centro Mayor:

- Para nosotros resultaba atractivo intervenir en un espacio tan grande que se había convertido en un símbolo de la destrucción. El hecho de ocupar una estructura que no sirve ya es transgresor. Es ocupar un pedazo de mierda. Los únicos que le pueden encontrar alguna utilidad somos los marginados. Le damos vida a algo que está condenado a desaparecer. Eso demuestra que todo puede ser material para el arte, que todos los espacios se pueden subvertir para entregar un mensaje.

     Según relata Nico, fue una labor titánica escribir mediante esténcil cada una de las letras que componen el mensaje. Debieron llegar hasta el último departamento de cada piso y sacar medio cuerpo afuera de la ventana para poder rociar debidamente la pintura. Pero valió la pena, señala, ya que el objetivo se cumplió y quizás no fueron pocas las personas que atendieron el llamado a visitar la ruina.

Texto y fotografías por Oscar Sanzana Silva.






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