martes, 21 de mayo de 2013

1994



            Corría el año 94 cuando siendo un pibe de catorce años descubrí que la violencia podía ser un juego divertido, la verdad muy divertido, para ser sincero, mi primer vicio, pues era fanático de los videojuegos de combate. Nunca me gustó la violencia en la vida real, le temo al dolor y a la vergüenza, sobre todo a la vergüenza, pero en los juegos todo era distinto, se trataba de una violencia heroica, estilizada, con causas nobles, vengar al padre de Chun Li, evitar que Shang Tsung dominara el mundo etc., no había dolor real, nadie salía ofendido, y si eras un buen jugador hasta te hacías un nombre entre tus pares, esa era mi parte favorita, pues mi meta era llegar a ser el campeón de los videojuegos de combate en el barrio, pero una tarde todo cambió.
Corría el 94 como dije, en el ocaso de “Street Fighters” y la gloria de “Mortal Combat”. Como todas las tardes llegué al local de videojuegos del barrio, introduje la ficha y me dispuse a terminar el juego con Raiden, mi favorito del Mortal Combat. El local estaba vacío, con esa tranquilidad que a mí me gustaba, sin esos fastidiosos mirones que te observan las manos para copiarte las combinaciones de golpes,  o que te piden que los dejes jugar un round, estaba todo tranquilo, salvo por un extraño tipo sentado a la entrada del local que frotaba tres fichas entre sus manos.
Noté que cada tanto me miraba risueño como tramando algo, hasta que al rato se puso de pie y se acercó a mi lado. Me observó jugar por un rato, yo lo ignoré, aunque hice un par de combinaciones dignas de aplauso con las cuales quise amedrentarlo (secretos que tomaba de una revista de Nintendo). Él titubeó un momento hasta que se decidió e introdujo la ficha. Nos íbamos a duelo, -tiene coraje este tipo- pensé yo en silencio y cambié de jugador a uno más rápido, Johnny  Cage.
Gané dos juegos seguidos, pero el rival era insistente. Al iniciar el tercero nos miramos y él quiso sonreír, yo desvié la vista y me hice el importante, aunque me pareció que alguna infamia estaba por revelarse. Volví a ganar y ahí todo cambió, el tipo se enfureció, me apagó la maquina y se me vino encima, un golpe en el abdomen, uno en el ojo y otro en la nariz y caí al suelo mareado, la gente se detuvo a presenciar la pelea, yo no pude pararme a dar ni un sólo golpe, mi derrota había sido completa, -si fuera Raiden le haría estallar la cabeza de un rayo- pensé, justo en ese momento pasó lo peor, desde el suelo aún sangrando escuché cuando el tipo dijo “Cristian wins” e hizo el gesto triunfante de Sub-Zero, ¡hijo de puta! quise matarlo, y también morirme, pero no era capaz de ninguna de las dos, yo que era el futuro campeón de Mortal Combat del barrio, vivir semejante humillación, la violencia ya no me era tan divertida. En ese momento alguien me ayudo a parar y el tipo se fue al baño con las manos ensangrentadas. Minutos después en la radio del local un tipo presentaba el último hit de Nirvana, mientras él se lavaba las manos y yo quitaba la sangre de mi rostro.   
 GM 

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