Piensa en la ciudad. En historias
que se suceden cotidianamente, historias verdaderamente estremecedoras, y que
no llegarían hasta nuestros oídos de no ser por misteriosas casualidades.
Piensa en un lugar desde donde todas esas historias pudiesen conectarse, y
adquirir un único sentido. Tienes movimiento, luces sobre pavimento húmedo,
neones, reflejos, calles, plazoletas, rincones, espacios todos, gente yendo y
viniendo, autos, bicicletas, micros o carretones que se detienen bruscamente y otros
que siguen su marcha. Y puedes subir hasta llegar a un lugar donde todo esté al
alcance de tu vista, lejos y cerca al mismo tiempo. A medio filo siempre. Sin
hacer demasiadas concesiones.
Renunciamos a la realidad si no se
nos permite percibirla en su naturaleza mágica. Si no es para comprenderla como
a un relato, una novela, una historia a la que nos fascina recorrer de página
en página. Y en la que la incertidumbre –un verdadero horror para algunos
conformistas- no es sino un vaivén necesario para disfrutar debidamente esta
danza tragicómica que llamamos realidad.
La ciudad debería ser lo incierto,
más allá de cualquier ordenamiento, de cualquier planificación. Un conjunto de
rincones donde cualquier cosa puede suceder… y de hecho sucede. Incluso aquello
que creías imposible. Creemos en la lógica de nuestros humildes rituales
humanos: la brutalidad matinal de los espejos; la grieta en la pared por la que
bien podrías contemplar el infinito, si la noche anterior hubieses dado con la
calibración correcta; la lluvia bautismal que cae sobre nosotros condenándonos
o redimiéndonos; la misteriosa sonrisa del anciano que pide monedas en una
esquina, vestido con harapos, a través de los cuales asoma la piel oscura, para
recordarte que no es demasiado diferente a ti; el éxtasis de los amantes y la
deliciosa sinfonía de sus orgasmos y silencios; los muros de todas las calles,
y los rayados que sobre ellos testimonian la existencia de una ciudad invisible;
las marchas, procesiones y desfiles, los carnavales, las fiestas, los
funerales, las misas, las orgías, el baile, los naufragios, el tránsito, las
transgresiones, las búsquedas, las revelaciones, los extravíos y las
distorsiones.
Es posible que la ciudad haya
dejado de ser aquella gran tumba que vio Alfonso Alcalde. Es posible que poco a
poco la bruma esté disipándose, y ya no nos resulte tan difícil comprender que
la poesía no es tan sólo un arte, sino una herramienta con la que podemos
comunicarnos, percibir esta realidad y transformarla. Es posible que la fuerza
de nuestras emociones más sublimes esté destinada a arrebatarle el lugar a esa
razón que todo lo intenta homogeneizar. Quizás estos versos de Alcalde lo
resuman todo:
Aun en los parques los hambrientos pueden
sonreír
Ante una rosa
Recordando al niño que la nutre
Con su corazón diminuto.
Hay algo fascinante ocurriendo en
cada población, en cada calle, en cada habitación. Seguro que no necesitas de
una azotea para divisar cada vida convirtiéndose en un ejercicio de
resistencia. Sin embargo, es un buen ejercicio el sentarse a contemplar lo que
nos rodea: presenciar desde la visible y estúpida rutina, hasta nuestra
potencia oculta para emanciparnos de la dictadura de lo cotidiano. Acaso sea el
primer paso para cuestionarnos, para obtener pequeñas y valiosas respuestas,
aventuras inolvidables o provechosos desvaríos. Y todo lo que hagamos para rebelarnos
contra lo impuesto, para esquivar las balas, para encontrar un hogar en las ruinas,
para detenerse a pesar de la inercia, merezca ser llamado POESÍA.
Revista Azoteas te da la bienvenida. A través de la publicación
mensual de relatos y poemas, así como de la actualización permanente de
nuestras secciones y columnas, te extendemos la invitación a desplazarte por las
alturas y viajar por la ciudad. En medio del caos, del desborde infinito que
significa vivir, encontramos tus ojos, lector/lectora, y ya sabemos que todas
estas palabras se habrán al fin realizado, y se aprontan a encontrar dentro de
ti su último y más profundo significado.
REVISTA AZOTEAS
REVELACIONES, EXTRAVÍOS,
DISTORSIONES
Concepción, marzo de 2013.
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