Antes del acto Martín pensó en el más allá, resumió las versiones del cielo y el infierno, la vacuidad, el eterno retorno, la reencarnación, o el simple apagón de tele que profesaba un ateo borracho en el bar donde lo planeó. No encontró más remedio que promediar sus posibilidades de eternidad y, por fin, se determinó: “No moriré”, me matarán la cuerda y la gravedad; “No moriré”, me quedaré sujeto en este instante; “No moriré…”, ya no hay más nada que matar; ¡No moriré!... y sus pies se balancearon humillados por el silencio.
GMA
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