N° 2 “Enves”: el
opuesto de una época contra-poética
El
Concepción histórico se ha presentado como una geografía rica y generosa en
relación a la actividad artístico-cultural. El campo de las letras no ha estado
ajeno a este proceso. Uno de los textos que mejor recoge la historia literaria
de Concepción remarca como hitos relevantes acontecidos en esta urbe “la
antología Treinta años de poesía en
Concepción, las novelas Túneles morados y Ciudad Brumosa de
Daniel Belmar, la poesía de Gonzalo Rojas, la revista Arúspice, los
encuentros de escritores chilenos y latinoamericanos de 1958 y 1962 y el
funcionamiento, en los mismos años, de notables talleres literarios pioneros en
Chile, que atrajeron figuras como Lihn, Tellier, Donoso, etc.”1
Esta
floreciente actividad cultural guarda relación con la importancia de la ciudad
en el contexto nacional y la presencia de una de las universidades más
importantes del país. Gravitando por los exteriores de la U. de Conce se
generaron la mayoría de las iniciativas literarias. No es casualidad, entonces,
que posterior al golpe militar la actividad artística de la ciudad de
Concepción prácticamente desapareciera. Las universidades (no solo las de esta
región) fueron uno de los objetivos centrales del régimen, ellas fueron espacio
de purgas, represión y censura generalizada. Un hecho poco recordado es el
ataque con fuego de artillería que sufrió la Universidad Técnica de Estado
durante el golpe, lo cual nos demuestra el contenido simbólico que tenían estas
instituciones, tal como lo tuvo la Moneda en su momento.
De
todos modos, cualquier actividad artístico-cultural, fuera generada en la
universidad o en cualquier otro lugar fue drásticamente censurada por el nuevo
modelo. La significación del acto de creación artística fue profundamente
modificado el 11 de septiembre. Si antes de esa fecha era una actividad libre,
después se transformó en actividad amordazada. Los militares intentaron
instalar, a cualquier costo, una versión oficial de la realidad, por tanto no
sorprende que dentro de su plan estuviera el neutralizar cualquier actividad
artística, al fin y al cabo: ¿no es el arte cualquier cosa menos una versión
oficial de la realidad?
Frente
al nuevo contexto, la expresión artística se posicionó naturalmente en una
vereda contraria al poder hegemonico, en tanto reproducía discursos no
oficiales, pequeños espacios de divergencia no autorizados. El costó de emitir
estos discursos no era menor. La cantidad de artistas torturados, asesinados y
exiliados durante la dictadura fue relevante. Es por eso que nos parece
importante reconstruir esas pequeñas historias de resistencia, enarboladas por
aquellos que se negaron a silenciar su palabra poética. Esta es la historia de
quizás la primera publicación literaria post-dictadura, la primera piedra-metáfora
lanzada contra el régimen desde la ciudad de Concepción.
Para
conocer la historia de esta publicación debemos remontarnos al mes de Julio del
año 1973. En esa fecha 2 estudiantes de literatura de la Universidad de
Concepción se asocian para sacar un triptico literario, ellos son Mario Milanca
y Carlos Cociña. La publicación se llamaba “Fuego Negro”, un nombre que nos
trae a la memoria un ímpetu relacionado con De Rokha, algo con fuerza, propio
de jóvenes con intenciones de crear y manifestarse libremente. Sin embargo,
“Fuego Negro” fue literalmente fulgor y despedida, ya que solo unos meses
después de ser publicadó los milicos desenfundaban sus matracas.
Que
Milanca y Cociña se hayan aventurado a sacar una publicación literaria en
tiempos de la Unidad Popular no causa mucha sorpresa, al fin y al cabo en aquel
tiempo estaban las condiciones dadas para manifestarse en cualquier plano, ya
sea político, social o cultural. Pero que su interés por dispersar la palabra
poética subsistiera con posterioridad al golpe de Estado es, a lo menos,
destacable.
La
vez que tuve la ocasión de hablar con Carlos Cociña me dijo “nos
preguntamos si era
posible escribir poesía
después de lo
que pasó y lo
que estaba pasando, y
decidimos que sí.
Porque fuera de ser
nuestro interés, era
una forma de resistencia.
Porque estaba prohibido,
prohibido salirse de
los margenes, prohibida
la asociatividad, prohibida
la discrepancia del
modelo” Fue así como en 1974 estos dos amigos se aventuraron a
construir lo que seria, casi sin ninguna duda, la primera publicación poética
en Concepción durante el tiempo dictatorial.
A
su esfuerzo se unió un tercer integrante llamado Nicolás Miquea. Organizados
los 3 mosqueteros decidieron poner el nombre de “Enves” a la nueva publicación.
Este nombre quería decir “el reverso”, “lo opuesto”, precisamente lo que se
sentían sus integrantes, antagonistas naturales frente a la situación que se
presentaba sórdida frente a ellos. Los que financiaron el proyecto fueron
amigos de los organizadores y algunos profesores de la Universidad de
Concepción.
Tras
preguntarle a Cociña donde imprimían el triptico me respondió que en la
imprenta de la universidad y agregó “La persona
que nos recibió nos
dijo: acuérdense que esto
lo va a leer
alguien”. Extraño comentario, al fin y al
cabo, claro, la idea era que alguien lo leyera, por algo lo estaban
imprimiendo, entonces, ¿qué quería decir el sujeto con esa frase? Era una
advertencia del peligro que corrían por hacer circular este tipo de materiales.
Y aunque los poemas de “Enves” no eran explícitamente subversivos, aun así
significaban un elemento potencialmente incomodo para el régimen ¿acaso no era
una acción profundamente política dedicarse a eso que no era grato para el
régimen? En aquellos años los estudiantes debían estudiar, nada más, ¡y se
acabo el asunto! ¿qué es eso de andar publicando poesía?, ¿para qué sirve esa
cosa? ¿no era Neruda poeta y comunista?
“Enves”
tenia las mismas características de “Fuego Negro”, era un tríptico, conformado por una hoja doblada en tres partes, la cual
contaba con algunos textos y poemas de diversos estudiantes de la U. de Conce.
Solían imprimir cerca de 500 ejemplares que distribuían por dentro de la
universidad, siempre con el miedo de que alguien los “sapeara”, pero decididos
a difundir los poemas en ese ambiente rígido y mecánico que imponía la
situación política del país. Aunque su periodicidad no era continua “Enves”
logró publicar 6 títulos desde 1974 hasta 1976, año en que generan la última
publicación. Los tripticos eran distribuidos “mano a mano” a través de círculos
de confianza y amistades.
La
historia de “Enves” es importante, en tanto abre las puertas para las
posteriores publicaciones poéticas post-dictatoriales en la ciudad de
Concepción. También porque nos muestra la capacidad potencialmente critica que
tiene el discurso poético. Por otro lado nos demuestra que es posible generar y
difundir creaciones literarias incluso bajo las peores condiciones políticas y
represivas. En suma es un pedazo de
memoria que nos insta a recuperar el ímpetu por difundir la literatura a
cualquier costo, como un necesario espacio de resistencia.
Desde
mi punto de vista la poesía actual también debiera instalarse como un discurso
incomodo frente a los poderes
hegemonicos. Si durante la dictadura una simple hoja doblada con poemas era un
espacio de resistencia, hoy, en cambio, frente a las nuevas condiciones
políticas, vemos que no es así. Urge, entonces, buscar las maneras en que
nuestro discurso y practicas poéticas encuentren ese espacio de resistencia,
ese lugar de interacción entre el placer de crear lo que nos libera y la
belleza de destruir lo que nos oprime. Una importante tarea, espero estemos a
la altura de las circunstancias.
1-Alonso, Maria; Mestre, Juan; Rodriguez, Mario; Triviños, Gilberto (1989). Las plumas del colibrí, Santiago.
CESOC
Ediciones
Chile
y
America,
p. 11
Escrito por Raúl Millán
POEMAS DE
LOS CREADORES
DE “ENVES”
7.3
La más grave
nevazón cae en
la bahía de Concepción
La isla es
un montón de nieve,
un montón de cuerpos
que se acumulan
hasta el fondo del
mar. Los pinos no
resisten el peso
de la nieva y
la espuma se escarcha
en la cresta
de las olas.
Las nubes y
el viento se han
quedado detenidos.
Empieza
a caer la
lluvia, llena de
sal, evaporándose entre
la
hierva de los
afluentes del Bío-Bío.
El olor de
los naranjos apaga el
ruido de los pinos
que se quiebran,
y cae la nieve,
a los huesos quebrados
de la isla.
Carlos Cociña
Sin título
y tu campo de flores
campo
de
lagrimas
campo
de
pesadillas
campo de despojos
campo
de
exilios
campo
de
humillaciones
campo
de
desvarío
campo
de
la nada
campo
de
odio
campo
de
azotes
campo
de
lluvia
campo
de
sinsabores
campo
de
barro
campo
de
desprecio
campo
de
nieve
campo
de
corderos
campo
de
frío
campo
de
concentración
de CRUCES Y
DE FLORES
Mario Milanca
Cielo Abierto
Al oscurecer,
mientras sueño, escribo
poemas.
Pinto de colores
mi casa, huelo la
lluvia
pudriendo la cerca
de madera. La mancha
verde
de los pinos
hendiendo sus púas
en el cielo.
Después beso a
mi mujer y juego
con mis hijos.
Sé que no
habrá luz que azote
las tejas de la
casa ni perturbe
mis recuerdos.
Al oscurecer,
cuando sueño, creo ver
mi nombre
escrito sobre los
muros con extraña caligrafía.
La ilusión no
tiene memoria, es la
resaca que
lo barre todo.
Lejanos están los
días en que deambulaba
por
los cementerios
y se me subía
por la garganta
el olor de
las flores marchitas.
Nicolás Miquea