Las manos del dios se cierran ante el novato ciego,
Su mirada no alcanza la vista del ojo no iniciado,
Los porqués son tan transparentes como su presencia y, sin
embargo, la criatura jura devoción.
El insomnio le aturde, le acobarda,
Espera el susurro indescifrable que conjure su maldad, su
dolor de criatura ciega y lastimera,
Pero el silencio se despide en ironía,
Y en su lugar toma forma el grito ahogado de una paz
artificial,
Citalopram, alprazolam, cerveza o devoción,
Da lo mismo, ella es tan express, tan piadosa y vengativa,
Que sus sienes palpitan de ansiedad por hundirse en la cama
en la vacuidad de sí mismo, en la ironía misma,
En la imagen humilde del cordero que espera extraviado la
vara y el callado,
Mientras los lobos se reparten sus presas, sólo por ser
hombre, y a veces tener fe.
GM
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