El aire pesa en el espacio, me encierra, me condena, me
frota la cabeza como el abuelo que nunca tuve; y aplica cierta ternura de otros
años, de algunos años, inexistentes. Me mira de reojo columpiándose en sí
mismo, se disuelve y se da a luz; como algún aire rosado de infancia, frágil,
ausente y sin memoria. Muerto. Como una tarde de otoño en que susurró mi nombre
y deseé ser otro… como una tarde vieja… como hoy…
GM
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