Edouard Schure.
—
¿Oiga usted conoce a Eurídice? ¿la ha visto?
—
No, joven.
—
Bueno, entonces deme un chicle.
Soy
Orfeo, y obstinado. Te busco… Los primeros años de pregrado fueron
relajados, me emborrachaba en el Helesponto, forniqué en Tebas y en Corinto,
creí ver tu rodilla en Lesbos, pero nunca apareciste. Eurídice cruel, vuelve a
mí, soy Orfeo, mira traje mi “Les Paul” de Santiago, le compré cuerdas nuevas,
sé que nuestro amor fue en un sueño, cuando nos casamos y moriste, cuando estoy
borracho sueño mucho y a veces tengo pesadillas, pero Apolo te trajo a mí y no
podemos estar separados, ¿Por qué tuviste que morir? ¿Por qué tuve que
despertar?, pase lo que pase te encontraré.
Soy
Orfeo, tres veces coronado, en Santiago, en Collao y en Valizas. Aún te busco… Luego del
pregrado perfeccioné la música, la cualidad divina que me hace llamar Orfeo, la
heredé de mi viejo y su gusto por el tango, me metí a la academia del pelao
Marlon, aunque mi primer maestro fue el socio Edgardo, ese loquito del
clavecín. Te compuse quinientas treinta y dos canciones, te lloré todas las
noches en que hubo mínima de tres grados, te lloraron mis muebles y mis
zapatos, hasta mi agenda de la U 2009 te lloró sin descanso, hasta que al fin
supe dónde estabas. Si habías muerto debías estar en “El averno”, ahí en Maipú
con Janequeo.
Recorrí todo
Paicaví, desde Las Lomas hasta el centro pensando en cómo rescatarte, pasé por
fuera de una casa donde tuviste sexo, recordé tus orejas puntiagudas de duende
o de ninfa, recordé que el oráculo de Delfos me reveló que no me amarías y
volverías con tu ex, ese hijo de puta que se hace llamar Aristeo, pero soy Orfeo y soy obstinado, y tú eres
Eurídice, debes amarme. Al llegar al “Averno” te habías ido y alguien te
acompañaba, me volví loco de rabia, frustrado me fui al “Mal Paso”, me tomé
tres chelas con la Julia y me fui caminando a mi casa, esa noche fui Orfeo, tres veces coronado, en la ira, en el
llanto y en los celos…
Al otro día
decidí bajar al inframundo, en el reino de Hades te encontraría y cantando te
rescataría. Crucé el Aqueronte en la “San Remo” y llegué a la puerta del reino
de los muertos: “Café Neruda. Cervezas y colaciones”. Al entrar me negaron el
acceso, -chiquillo ya estamos cerrando- dijo Hades desde la caja. Desde la
puerta escuché tu risa, estabas ahí, te había encontrado. No sé de qué mierda
te reías, pero tenía que actuar, usé mis poderes divinos y me puse a cantar una
canción de “Pasajera”, Hades sonrió paternalmente y me dejó pasar, -sólo una
cerveza- sentenció.
Pedí la
botella y me fui directo al baño, quería mi mejor cara para mirarte. El lugar
estaba muy lleno y al salir, ¡maldición! ¡tú ya no estabas! Salí corriendo a
buscarte, di vueltas por toda la manzana pero no te encontré. Frustrado me fui
a tomar la micro y a dos cuadras del “Kamadi” oí tu voz detrás de mí. Mi piel
se erizó y sentí un escalofrío, puse mi mejor sonrisa de alivio, de por fin ser
amado, de ser bendecido y me di vuelta para mirarte. Cuando lo hice, ahí
estabas tú, subiéndote a su auto, sonriéndole a tu ex, al hijo de puta de
Aristeo. Crucé la calle dispuesto a matarlos y me pediste que me alejara. Te
canté la última canción de “Pasajera”, esa que te enseñé en el piano, y me
alejé en silencio, perdiéndote para siempre. Mi nombre es Orfeo, por última vez coronado… como un idiota.
G.M.
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